domingo, 14 de marzo de 2010

Capítulo 8.- Del Rey Caído Y Del Habub

Llega la paciente, al verla entrar Ella se percata de que ha habido un cambio, ha observado que en las sesiones iníciales esta joven mujer había venido particularmente pulcra, incluso elegante, ahora viene despeinada, y la misma paciente le hace notar que se puso un zapato de uno y otro de otro, se ríe de sí misma, y dice …doctora me quedé pensando mucho en eso que me dijo de que “estuve rodeada de muerte”, no lo había pensado así, pero los primeros años sí fueron así,,, la paciente, ha narrado que su madre y su abuela se suicidaron juntas el mismo día, cuando ella tenía cuatro años, fue un pacto suicida y como prueba de ello, dejaron una carta firmada por las dos, en la que describían lo insoportable que les resultaba la vida y el sin sentido que las inundaba, cuenta también, que la tía, que quedó con la responsabilidad de la niña, estaba muy enferma y murió un año después exactamente en la misma fecha en que se suicidaron su madre y abuela, ha enterrado a las mujeres madres de su familia, Ella piensa que esa niña sabe y supo que élla no fue suficientemente importante como para detener ese impulso de muerte, y además que ese comando suicida pudiera estar organizado dentro de su paciente, se pregunta ¿de dónde ha sacado esta mujer la fuerza para sobrevivir? …sabe yo no lo había pensado así porque realmente tuve una infancia muy feliz, pero es verdad, mi madre, mi abuela y mi tía todas vivíamos juntas con mi papá. Cuando mi mamá y mi abuela murieron , mi papá, mi tía y yo, nos fuimos a vivir a la casa de mis abuelos paternos, con toda su familia, la casa está en la calle de Lauro Aguirre, allá por el Politécnico, en esa pequeña colonia vivían muchos niños, así que todas las tardes y los fines de semana era fiesta, íbamos a jugar al enorme camellón o también, con toda la familia hacíamos día de campo en los jardines del Casco de Santo Tomás, recuerdo un árbol en particular que me daba mucho miedo, bueno a mí y a todos los niños, era un árbol grande y rugoso con un gran agujero era, la corteza era arrugada, caprichosa, tenía esta apertura que hacia una verdadera cueva, supe que a ese árbol, alguna vez le calló un rayo y se había incendiado porque adentro era muy negro, ahí en esa oscura cavidad, vivía una viejita, los niños la molestaban, por eso ella para que se fueran, bueno como yo andaba ahí de comparsa, a mí también me asustaba, pues la viejita, para asustarnos cuando nos acercábamos diciendo en coro “¡Marichu, Marichu, Marichu!” sacaba de entre sus harapos y hasta afuera de la cuevita, una mano, que ahora que lo pienso, debe haber tenido artritis reumatoide deformante, porque la mano tenia crecimientos óseos aberrantes y deformaciones que seguramente eran dolorosas, o tal vez algunos tumores bajo la piel, ¡pobre mujer!, pero en cuanto veíamos venir esa mano salíamos corriendo despavoridos, gritando todos. En ese parque mi papá colgó diez columpios en los arboles, y además algunas riatas con nudos para que se colgaran los grandes, los fuertes, yo estaba tan orgullosa de él. A mí me gustaba subirme a un pirú, que tenía muchas ramas, algunas muy bajas, desde ese pirú alcanzaba a ver hasta mi casa y después hasta la casa de Gregorio, un día me subí a otro pirú y fue terrible, pasé horas ahí, no me podía bajar, hasta que Gregorio me descubrió, porque ese era su árbol predilecto, él me ayudó, a pesar de que era un niño tan chiquito como yo, se subió hasta donde yo estaba y con sus propios pasos, me enseñó la ruta para bajar, después me dirigió cada paso, ayudándome con sus manitas sobre mis pies, fue lindísimo, desde ese día lo amé hasta hoy. Mi abuelo Tenia en el fondo de su casa un taller, detrás del patio y de la huerta, lo tenía muy bien surtido y ordenadísimo, él era herrero, era maestro de la Escuela de Ingeniería del Politécnico, alguna vez mi papá me llevo a los talleres donde mi abuelo daba clase, fíjese doctora, mi abuelo Diódoro daba clase de herrería a los ingenieros y sus clases las impartía vestido de traje, con corbata y con los zapatos perfectamente boleados, así fue toda su vida, pulcritud y orden,,, en ese momento Ella piensa, lo que ha salvado a esta mujer podría ser la obsesividad del abuelo y del padre, sumada la madurez de los afectos en la familia patena, podría ser la abuela paterna que hacia un hogar impecable, estable y cierto, y también podría ser Gregorio que la salva de sus enredos. Todas estas hipótesis se suceden y son parcialmente desechadas pero no las considera oportunas, toma notas …Mi abuelito Diódoro me enseñó a jugar ajedrez,,, Ella sabe los flujos que se dan entre los niños y sus abuelos y también sabe cómo el ajedrez es capaz de potenciar los instrumentos para comprender y enfrentar los retos de la vida …siempre los domingos, después de la comida, aunque estuviéramos de día de campo, me llamaba y jugaba con migo y cuando cumplí catorce años sentí que realmente le había ganado, antes siempre sentí que se dejaba ganar, yo creo que él sentía que me iba a lastimar si siempre ganaba, pero ese día me vio de otro modo cuando le dije “Jaque mate” verdaderamente no lo vio venir,,, la paciente se ríe feliz ...este sábado va a ser mi cumpleaños y me dieron una receta para hacer una carne deliciosa, me encantaría invitarla,,, Ella dice, ¿cuántos años vas a cumplir?,,, …tireta y cinco,,, Ella le pregunta …¿ cuántos años tenía tu mamá cuando se suicidó?,,, La paciente se sacude, hace cuentas, y dice asustada …treinta y cinco, ¿usted piensa que es importante?, pero ella y yo casi no convivimos, claro yo tenía exactamente cuatro años ¡como mi hijita!, ¿y? ¿será por eso que vengo aquí? ya ve que le he dicho que no sé ni qué quiero, ¡hay doctora hasta siento miedo!,,, Ella le confirma …pareciera que quieres cuidarte y cuidar a tu hija por eso vienes aquí, para no repetir para poder ser como tu papá, para entender y no repetir, pareciera que quieres vivir, ya terminamos, nos vemos el jueves a las ocho,,,

La primera vez que vio a una persona muerta, fue durante una tarde calurosísima, Ella iba a visitar a su amiga, la viejita Ojo de Gato cruzo el patio de los animales y la huerta, caminando dentro del arroyito de agua, que la lleva directamente hasta el umbral de la casa de la viejita, entró y, cuando se acostumbró a esa oscuridad pudo escuchar y ver que, la viejita estaba jalando aire con desesperación, con los ojos abiertos y en cuanto la vio ahí parada en la puerta, le extendió la mano, como pidiéndole algo, Ella se acercó, se sentó muy cerca de su cara, los ojos de la viejita estaban desorbitados, el brazo extendido lo mantuvo a ahí en el aire, se escuchaba su respiración como un silbido y la fuerza de ese brazo extendido se fue acabando hasta que dejo de silbar. Ella la miró y sabia, porque ya se lo había dicho su amiga viejita, “un día muy pronto, yo me voy a morir hija, no te asustes, es que ya estoy viejita, así es la vida, pero tú vas a estar bien” mientras tanto dentro de la cocina y de la casa toda, la gente empezó a agitarse y gritaba estaban envueltos en el terror, corrían a poner a buen resguardo todo, gritaban ¡Habub, habub! En esa zona es raro que haya esas tormentas de arena, pero se veía venir del desierto una sombra alta, contundente, pero el habub viene aunque duran poco son tormentas muy destructoras. Ella no sabía qué era eso y además, no escuchaba nada, porque toda su atención estaba puesta en acompañar y descifrar la muerte de esta anciana que había ocupado un lugar importantísimo en su vida, era la persona paciente y generosa que le había enseñado a hablar, a comprender ese mundo ajeno, además se dirigía a Ella con la dulzura de una voz anciana y amorosa la de una abuelita. La niña la llamó quedito y fuerte incluso usando su nombre, modo en el que nunca la llamaba, … Fátima, Fátima,,, y finalmente le dijo llorando …!ojo de gato,,, , que era el apodo cariñoso con el que la llamaba, aunque ahora había desesperación en su voz, Ella pensó que esto es como cuando tiras tu rey, sintió que Ella había perdido. No podía separarse del cadáver. La tormenta de arena, la terrible tormenta se acercaba, una inmensa ola cegadora, negra, recorre el paisaje a ochenta quilómetros por hora. La niña estaba absorta, abrumada por el desconcierto y ajena a la amenaza que se cernía sobre la ciudad, cuando empezaron a entrar al jacal, las gallinas, los patos, los perros, los chivos, los borregos, todos los animales domésticos incluso, algunos bichos que ni sabía que existían, unos gatos se acomodaron sobre los lomos de los borregos, todos se amontonaron en paz junto a ella y su abuela muerta, en ese pequeño jacal ya no cabía un solo animal más, cuando se sintió el contundente golpe del viento, que levantó la cortina blanca que pendía en la entrada y que fue creciendo vertiginosamente, Ella caminó hasta cerrar la puerta y la ventanita, caminó cuidadosamente entre los animales, eran tantos que no se veía el piso, sintió en sus piernas el rose del pelaje le das cabras y las plumas de los gallos, se movió entre esos tibios cuerpos de regreso, hasta acurrucarse junto a su abuela musulmana, lloró quedito, Ella pensaba que todos los animales se habían puesto tristes, que venían a estar con la abuela, su llanto fue tomando todo el poder, se sacudió sufriendo, vio que todo se oscurecía se hizo de noche rápido, aunque veía el fenómeno no reparaba en ello, simplemente la tenia horrorizada su soledad, puso el brazo de la viejita alrededor de su cuerpo y se acurruco junto a ella llamándola y llorando tanto que se agotó, se quedó dormida. El viento sacudía cada vez más fuerte la puerta y la ventana, se cayeron algunas cosas colgadas de la humildes paredes de ese jacal y la arena empezó a entrar por todas las rendijas, las de la puerta, las del techo, por algunos intersticios en los muros de adobe y fue cubriendo todo y a todos, así los manantiales de arena fueron colmando las formas y se perdió bajo el naranja de la arena cualquier rastro de color. En unos minutos el habub se fue, regresó la luz y Ella despertó sorprendiéndose de encontrarse medio enterrada, se sacudió los cabellos, sintió sus oídos llenos de arena finísima, cuando pudo abrir sus párpados, vio a todos los animales y a Fátima, todos eran del mismo color, en cuanto la luz entro, por las mismas rendijas por las que había entrado la arena, los animales se incorporaron, se inquietaron, a Ella le costó trabajo salir de abajo de aquel brazo y caminar ahora entre todos los animales ya de pie, algunos la miraban directamente a los ojos, otros cacareaban y aleteaban, incómodos, caminó empujando y explicándoles que se quitaran, hasta que un borrego le pisó un piecito, entonces gritó y el alboroto fue mayor, empujó con sus dos manos al borrego indignada y siguió hasta la puerta, pero aunque empujó con todas su fuerzas no la pudo abrir, algo afuera no dejaba mover ese pesado lienzo de madera, así que buscó abrir la ventana, y subió esforzándose y ya para salir, tuvo que competir con algunas gallinas, afuera todo era un desorden, se habían caído muchas cosas, utensilios, herramientas, ramas secas, incluso un muro de adobe y podía verse la calle, ella estaba concentrada en quitar los obstáculos que impedían que la puerta se abriera, liberó a los animales y entró de nuevo para concentrar su mirada y su corazón en su amiga, las dos estaban cubiertas de arena, se sentó y mientras la miraba sin verla pensaba en todo lo que esa mujer representaba para ella, un poco queriéndose morir también, hasta que entraron las cocineras y la sacaron de ahí. El funeral fue modesto, la llevaron, iba absorta en su tristeza ya no lloraba, ni sabía bien que es lo que sentía, caminaba entre todas las mujeres que ahora iban cubiertas de negro, sólo dejaban ver sus ojos, algunas incluso se cubrieron de tal modo la cara que no podía mirarlas en absoluto, aun que a veces las reconocía porque sus voces las denunciaban, ella iba vestida con su jergón de siempre y con este dolor que le rompía el corazón y que hacía que todos sus viejos dolores se avivaran, de pronto escucho un sonido como si fuera, el llanto de muchos pájaros, fue entonces que salió de su letargo, escucho descifrando que el sonido provenía de las bocas de las mujeres que hacían ese sonido que salía debajo de sus velos, era un nuevo sonido para ella, las observo pero no podía ver sus bocas así que le levantó el velo a la más cercana y recibió un manazo, entonces intentó imitarlas, le pareció que así podía expresar su pena y darle un adiós árabe a su abuela musulmana, el viento recogió su emoción gritando y moviendo la lengua, mientras intentaba producir ese sonido, recordó que se parece al que producen unas aves en Guanajuato, su abuela le dijo que se llaman calandrias, son las que cantan temprano en la mañana y sólo en la primavera. Los días, después del habub, se hicieron eternos, traía dentro un dolor enorme, que la agotaba así que necesitó largas siestas, encontraba rinconcitos en los jardines donde hacerse rosca y dormir, hasta que se le fue pasando.

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